17 agosto 2005

#2 Relato

Eran tan sólo dos manchas ocres en medio del enorme vertedero. El niño de la mochila iba delante. Mientras, su compañero (que portaba un curioso gorro de aviador) cerraba la marcha. Las dunas de basura se sucedían una tras otra. Habían pateado sobre tantos desechos que las suelas de sus botas eran planas, con una orla de mierda rodeando su borde.

Mientras el sol había estado bajo, andar había sido fácil. Después, cuando en el horizonte se fundieron dunas y cielo debido al calor, el terreno se tornó en pista de patinaje, en la que cada paso amenazaba con acabar en resbalón debido a la fusión de la grasa. Eran conscientes de ello, por lo que en cierto modo se sentían afortunados al no haber caído todavía.

Habían llegado hasta allí en busca de algo nuevo. Algo único. No sabían en qué consistía exactamente. Sí sabían, sin embargo, que lo reconocerían en cuanto lo vieran. Y entonces la fama sería suya. Llevaban grabados en sus ojos y sus oidos el lujo, los halagos y la adulación con los que otros habían sido premiados. Ahora les tocaba a ellos.

El niño de la mochila avistó algo a lo lejos. Brillaba en aquella duna que asomaba detrás de la que ahora tenían enfrente. Llevaban tantos días esperando algo que, tras mirarse y sonreir, salieron corriendo.

Primero bajaron, y luego subieron. Al llegar a la cima de la primera duna, volvieron a ver aquello que les había hecho emprender aquella carrera. Seguía brillando. Saltaron pendiente abajo con tal velocidad que, por fin, resbalaron y rodaron. 'Qué importa', pensaron al unísono. Y siguieron riendo y corriendo, llenos de suciedad, sus cabellos negros antes rubios.

Al llegar hasta la 'cosa' vieron de qué se trataba. Un bote de cristal (responsable, sin duda, de los destellos iniciales) guardaba en su interior una flor. Lo de menos era que no se hubiera marchitado al estar dentro de un bote. Lo que realmente les cautivó era el colorido. Cambiaba dependiendo de la orientación con la que los rayos del sol incidían sobre sus pétalos, pasando rápidamente del oro a la plata.

A levantar el bote del suelo, se percataron por fin de la presencia del cadaver. Tan cegados habían estado en la contemplación de la flor que no habían visto el cuerpo del buscador muerto que yacía junto a ellos. Sin duda, el bote le había pertenecido antes de morir.

¿Sería legítimo conseguir la fama gracias a quello que no era suyo? El niño de la mochila estaba de cuclillas frente al cadaver, preguntándose esto en voz alta. Mientras, su compañero se debatía detrás de él, en otro dilema. Y encontró la solución a ambos muy pronto. De entre todo el mar de basura que se extendía bajo sus pies, extrajo un trozo de tubería, con el que asestó un golpe en la nuca a su compañero, dejándolo inerte.

Sí, era legítimo conseguir la fama gracias a algo que no es tuyo. Y sí, también hay que estar dispuesto a matar. Salió corriendo de vuelta a la ciudad, resbalando y cayendo, pero siempre hacia delante y sin mirar atrás.



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